Tilikum, orcas que matan humanas y humanas que roban la vida a las orcas
Tilikum se ha hecho famoso en todo el mundo por haber acabado con la vida de tres humanas (dos de ellas eran sus entrenadoras, personas que ganaban dinero obligándole a hacer trucos para entretener a la audiencia). Gracias al documental Blackfish, estrenado en 2013, también ha salido a la luz cómo las humanas le han quitado la vida a Tilikum, robándole la libertad y sometiéndole a terribles privaciones y humillaciones que le han convertido en una sombra de lo que podría haber sido si le hubieran dejado en paz en el océano.
Tilly nació como una orca libre. En 1983, siendo aún un bebé, nadaba con su familia cerca de la costa de Islandia cuando un grupo de mercenarios les acorralaron, mataron probablemente a algunos de los adultos, y secuestraron a tres de los pequeños para encerrarles de por vida en grandes acuarios, donde realizarían ridículos espectáculos para hacer las delicias del público. Debido a las restricciones internacionales, los mamíferos marinos pueden pasar meses o incluso años viajando de un lugar a otro, drogados y encerrados en pequeños tanques hasta que llegan a su lugar de destino, donde las condiciones no son mucho mejores.
Tilikum pasó casi un año confinado en un un pequeño recinto de cemento antes de ser trasladado al parque Sealand, en Canadá, donde le obligarían a actuar cada hora, ocho veces al día, siete días a la semana. Allí no fue muy bien recibido por el grupo de orcas “veteranas”. En el océano, los machos se mantienen a una distancia prudencial de las hembras; pero en las piscinas de los acuarios no disponen de ese espacio, así que los conflictos y las agresiones entre ellas son frecuentes. Además, algunas expertas aseguran que los grupos de orcas salvajes hablan diferentes “idiomas”, por lo que un grupo artificial en cautividad puede tener dificultades para comunicarse. En Sealand, como sucede normalmente en todos los espectáculos con orcas y delfines, el entrenamiento que recibía el grupo se basaba en la privación de comida. Cuando Tilly, que era pequeño y recién llegado, cometía algún fallo, sus compañeras también eran castigadas, lo cual aumentaba la animadversión hacia él. El hecho es que Tilikum sufría lesiones por los ataques de otras orcas y, como consecuencia, era frecuentemente aislado, lo cual perpetuaba sus problemas de estrés, de salud y de falta de integración. Finalmente, el 21 de febrero de 1991, su desesperación tomó forma por primera vez. Durante una actuación, la entrenadora Keltie Byrne resbaló y calló al agua. Tilikum la arrastró entonces hacia el fondo de la piscina. Las otras dos orcas, Haida y Nootka, se unieron a Tilly, rodeando y zarandeando a Keltie para impedirle salir a la superficie, hasta que ésta murió ahogada. Tardaron nueve horas en recuperar su cuerpo. La tragedia condujo al cierre del parque Sealand, pero para aquellas personas que veían a los animales como una fuente de ingresos, Tilikum seguía siendo más que rentable. Y esa rentabilidad era más importante que su libertad, su desesperación, su ira, y todas las vidas que pudiera llevarse por delante. Tilikum era el macho más grande en cautividad, así que la cadena Sea World aprovechó el incidente para hacerse con él y empezar a usarlo como semental. En 1999, un hombre llamado Daniel P. Dukes que, aparentemente, se había colado durante la noche con la intención de nadar con los animales, apareció muerto en la piscina de Tilly. Los responsables del parque no tuvieron ningún problema en achacar toda la responsabilidad a la imprudente víctima. Pero no les sería tan fácil dar explicaciones cuando, en 2010, Tilikum se cobró su tercera víctima: la entrenadora Dawn Brancheau. De nuevo en plena actuación, delante del público, la orca arrancó la cabellera a su explotadora, la desmembró y le rompió varios huesos del cuerpo antes de ahogarla. Obviamente, no fue ningún accidente.
Desde la muerte de Dawn y, especialmente, desde el estreno del documental Blackfish, han tenido lugar varias campañas para exigir la recuperación y liberación de Tilikum, pero Sea World no va a deshacerse tan fácilmente del padre del 56% de sus orcas. Tilikum vive aislado en un espacio que contiene un 0,0001 % de la cantidad de agua que recorrería en un sólo día en el océano, y se muestra al público como un objeto de exhibición prácticamente inerte. En los últimos meses, se han difundido vídeos que demuestran los efectos devastadores que el cautiverio tiene sobre él: se deja flotar, mastica las rejas de metal y las paredes de hormigón de su tanque (lo cual lleva al desgaste dental, infecciones, problemas estomacales…) y su aleta dorsal está totalmente colapsada, cosa que se repite en casi todos los machos en cautividad, y que apenas sucede en libertad.
Los ataques de los que ha sido protagonista no son hechos aislados ni fruto de un instinto asesino incontrolable. De hecho, no hay ningún ataque documentado de una orca hacia un humano en la naturaleza. En cautiverio, en cambio, suceden constantemente. Sólo en Sea World, hay registrados unas 100 agresiones. En 2009, en Tenerife, una orca llamada Keto (enviada por Sea World a Loro Parque) acabó con la vida de Alexis Martínez. Según el autor David Kirby, muchos de los ataques por parte de orcas hembra pueden estar relacionados con el hecho de que a las madres les separen de sus crías (en la naturaleza el vínculo madre-hija de las orcas se prolonga durante toda la vida), tal y como sucedió con Kasatka y sus repetidos intentos de ahogar al entrenador Ken Peters:
En cualquier caso, estos animales están expresando de forma activa su disconformidad con la situación en la que se les ha obligado a vivir. Prepararlos para ser devueltos al océano no sería ni más difícil ni más caro de lo que ha sido capturarlos y entrenarlos para vivir encerrados y realizar actuaciones. Y, desde luego, sería mucho más justo. Actualmente, se estima que hay 54 orcas viviendo encerradas en parques acuáticos. Miles de personas siguen pagando para ver cómo, a pesar de todos sus esfuerzos, la vida de Tilikum se desvanece en una piscina. Su nombre, el que le pusieron aquellos que le esclavizaron, significa “amigos”, “parientes” ,”tribu”, “pueblo”. Significa todo aquello que le han arrebatado.
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Moby Doll, Wanda, Namu y Shamu: las primeras orcas capturadas para ser exhibidas en acuarios
Sólo 87 días soportó Moby Doll la vida en su cárcel de agua.
Unos años antes, el 18 de noviembre de 1961, la industria de los grandes acuarios había llevado a cabo su primer intento de capturar una orca viva para mantenerla en cautividad. Esa primera orca, a la que llamaron Wanda, había aparecido aquella mañana débil, sola y perdida en la bahía de Newport (California). El equipo del acuario “Marineland of the Pacific” la estuvo acosando durante todo el día mientras ella luchaba con todas sus fuerzas por su libertad, consiguiendo burlarles hasta en tres ocasiones. Finalmente, exhausta, la orca cayó en las redes de sus captores y fue trasladada a Los Ángeles, donde se le introdujo en un tanque de minúsculas dimensiones. Nada más llegar a la piscina, Wanda empezó a golpearse repetidamente contra los muros, tratando de escapar o de terminar por fin con su sufrimiento. Se cree que la causa de su muerte, dos días más tarde, fue el suicidio: “A las 8:30 del 20 de noviembre, la ballena se puso violenta y, tras rodear el tanque a gran velocidad y golpeando su cuerpo en varias ocasiones, finalmente nadó hacia un aforador, convulsionó y expiró.”
El suicidio de Wanda no detuvo a quienes veían a los demás animales como oportunidades de negocio. Moby Doll fue el siguiente. Su captura tuvo lugar en East Point (British Columbia, Canadá) el 16 de julio de 1964 por parte de un equipo contratado por el Vancouver Aquarium. Su “trabajo” consistía en matar y diseccionar una orca, con el objetivo de construir un modelo a tamaño real que sería exhibido en el recinto. Como muestra su desafortunado nombre, para aquella gente la vida y la libertad de otro individuo no eran más valiosas ni significativas que las de un muñeco gigante. El escultor Samuel Burich fue el elegido para esta empresa, y según su relato fue él mismo quien arponeó a la ballena: “Escogí una que parecía un poco más pequeña que el resto…”, declaró.
Durante horas, el animal herido agonizó y luchó mientras otras orcas de su grupo le empujaban hacia la superficie para ayudarle a respirar. Burich intentó rematarle con varios disparos de rifle, antes de darse cuenta de que Moby Doll podía ser más útil vivo que muerto. El hilo atado al arpón que llevaba clavado en la espalda sirvió para apresarlo y remolcarlo durante 16 horas hasta llegar a un pequeño confinamiento en un dique seco de Vancouver.
Allí se trató su herida con antibióticos y se le trasladó a otro recinto temporal mientras se preparaba su piscina permanente en el Vancouver Aquarium; pero Moby Doll era mucho más que un muñeco. Era un ser con sentimientos que acababa de ser arrancado de su familia y de su hogar en el océano y, a pesar de su resistencia, su vida estaba siendo robada lentamente: “La ballena parecía estar sufriendo de shock… Por un largo periodo de tiempo, Moby Doll… no comió. Se le ofreció de todo, desde salmón hasta corazones de caballo, pero la ballena sólo nadaba en círculos alrededor de la piscina noche y día en el sentido de las manecillas del reloj.” Sólo después de 55 días comenzó a comer, pero para entonces ya había desarrollado una enfermedad en la piel por la baja salinidad del agua de la bahía, y sus pulmones estaban infectados por hongos. Moby Doll murió un mes más tarde, sin haber llegado a ser exhibido en grandes espectáculos, pero se había hecho tan popular que había contribuido a cambiar la imagen que tenía el gran público de las llamadas “ballenas asesinas”. Tristemente, la industria no tardaría mucho en aprender a aprovechar este cambio.
El 23 de junio de 1965, el que más tarde se llamaría Namu y una pequeña cría de orca quedaron enredados accidentalmente en una red de pesca. Namu se las apañó para escapar y consiguió ayudar a la cría a huir. Pero por alguna razón, tal vez para distraer la atención de los pescadores, él se quedó mientras el pequeño desaparecía. Fue así como el Seattle Marine Aquarium consiguió atraparle y trasladarle en una jaula flotante hasta sus instalaciones . Allí, mientras se convertía en estrella para el público y sus captores, llegando incluso a protagonizar una película, la vida de Namu se fue apagando hasta que murió ahogado un año más tarde debido a una infección bacteriológica que dañó su sistema nervioso central.
Para entonces, la industria estaba perfeccionando sus terribles técnicas de captura, y ya había conseguido la primera presa no accidental: Shamu. El destino de esta hembra era convertirse en compañera de Namu; pero las orcas raramente admiten este tipo de emparejamiento artificial. Shamu y Namu no se gustaron, así que ella fue vendida a Sea World como una mercancía más en diciembre de 1965. Aún hoy, Sea World explota el recuerdo de Shamu como una “marca de la casa”, la primera de muchas orcas encerradas y esclavizadas bajo el mismo nombre… Pero aquella primera Shamu, igual que sus predecesoras, igual que todas las orcas que han muerto y que hoy viven en un acuario, quería ser libre y supo encontrar la manera de demostrarlo.
Unos meses antes de morir, en abril de 1971, la orca atacó a una mujer mientras filmaban un evento publicitario. Shamu atrapó a la joven mordiéndole las piernas y las caderas, negándose a dejarla escapar hasta que otros trabajadores del parque le forzaron las mandíbulas con una barra. Sea World achacó este ataque a que la modelo debía montar a Shamu en bikini, y la ballena sólo estaba entrenada para colaborar con entrenadores vestidos de neopreno. Una de tantas excusas que los zoos y acuarios utilizan para desviar nuestra atención del hecho de que, sencillamente, ningún animal quiere ni debe vivir encerrado.
Actualmente, se estima que unas 56 orcas, 2.000 delfines de varias especies, 227 belugas, 37 marsopas y 17 falsas orcas u orcas negras, se encuentran cautivas en 343 delfinarios en el mundo. Algunas de ellas han sido capturadas y otras obligadas a nacer presas y separadas de sus madres; algunas han muerto o matado de desesperación; todas han mostrado de una u otra manera que estos lugares tienen que desaparecer; pero también las ideas y las costumbres que los sustentan.
Por eso, con estas historias, que son sólo cuatro entre cientos, queremos recordar que no sólo los mamíferos marinos sino también los peces y otras criaturas acuáticas, son animales que sienten y que luchan por su vida. También son individuos que sufren y mueren para la diversión de otros o para terminar en un plato, individuos que también son criados y capturados para pasar sus vidas en cárceles de agua.
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Fuente: https://quererlalibertad.wordpress.com