Primeras pruebas en humanos de implantes de memoria digitales
«Una vida sin memoria no sería vida», resumía el extraordinario Luis Buñuel. Una frase que encierra la humanidad de nuestros recuerdos, marcados irresolublemente con fecha de caducidad. Por ahora. Un neurocientífico estadounidense ha comenzado a probar en humanos unos implantes de memoria que podrían ayudar a combatir enfermedades como el Alzheimer y dignificar la última parte de la vida de cada ser humano.
Cada año millones de personas en todo el planeta sufren la horrible experiencia de perder parte de su memoria, ya sea por derrames, lesiones cerebrales que afectan especialmente a militares o jugadores de fútbol americano o boxeadores, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o porque el tiempo pasa, que diría Silvio Rodríguez.
La vida es una cuestión circunstancial, de ahí que resulte imposible escapar a la pérdida de memoria por razones biológicas, pero un neurocientífico estadounidense trabaja duro para encontrar una «cura» electrónica.
Theodore Berger, un ingeniero en biomedicina de la Universidad de California del Sur, lidera un proyecto financiado por DARPA que intenta desarrollar un implante de memoria capaz de imitar el proceso que se produce en el cerebro cuando las neuronas guardan recuerdos a largo plazo.
«Hace mucho tiempo me dijeron que estaba loco», explica Berger en declaraciones a MIT Technology Review. Su equipo responde al escepticismo con experimentos en el laboratorio, que de hecho han levantado una gran expectación durante las últimas semanas por sus resultados tanto entre los medios de todo el planeta como entre compañeros que antes le criticaban por su búsqueda de lo imposible.
Los investigadores de la Universidad de California del Sur (USC) ya han realizado pruebas con implantes de memoria en ratas y monos. Concretamente, se trata de un chip de silicio conectado por medio de electrodos a los cerebros de los animales. No se trata de recuperar los recuerdos perdidos por el paso del tiempo, sino de almacenar nuevos recuerdos vividos a largo plazo.
Aunque un implante de memoria en el cerebro humano para almacenar recuerdos suene a ciencia ficción, sobre todo por el episodio ‘The Entire History of You’ de la irreverente serie británica Black Mirror, Berger explica que sus experimentos no están demasiado lejos de, por ejemplo, los implantes cocleares que ayudan a las personas sordas o las prótesis en manos o piernas robóticas que reaccionan ante las señales del cerebro.
Theodore Berger (USC)
De todas formas, el cerebro resulta un misterio mucho más complejo del que todavía quedan muchos secretos por descifrar. El trabajo de Berger para desarrollar implantes de memoria se centra ahora mismo en cómo las neuronas del hipocampo transforman los recuerdos a corto plazo en largos y duraderos en el tiempo, ¿podría imitarse ese proceso como una ecuación matemática?
Después del éxito en las pruebas con ratas y monos, el equipo de Berger ha iniciado las primeras pruebas de los implantes de memoria en el cerebro humano. En concreto, los investigadores han sido capaces de desarrollar un algoritmo que es capaz de predecir el 80 por ciento de los patrones cerebrales que conducen a generar recuerdos a largo plazo en una serie de pacientes con epilepsia.
Aunque parezca esperanzadora, esa cifra todavía insuficiente para desvelar exactamente cómo trabaja el hipocampo para almacenar recuerdos a largo plazo. Sin embargo, Theodore Berger sueña ahora más que nunca con poder desarrollar un implante de memoria que pueda ayudar al cerebro humano. «Nunca pensé ver aglo así en humanos y ahora hablamos de cómo y cuándo hacerlo», sentencia.
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Crean implantes solubles para monitorizar el cerebro humano
Un grupo de neurocirujanos e ingenieros de la Universidad de Washington y de la Universidad de Illinois ha desarrollado unos sensores inalámbricos que tienen la capacidad de monitorizar diferentes parámetros del cerebro para supervisar su funcionamiento y su estado.
Estos dispositivos han sido desarrollados con la finalidad de prevenir las muertes por lesiones cerebrales traumáticas. Esto es posible debido a que tienen la capacidad de registrar con precisión la presión intracraneal en el cerebro y en el interior del cráneo. Medir este dato resulta fundamental porque, si la presión aumenta, se pueden producir fallecimientos o lesiones muy graves.
Los sensores se implantan en el cerebro aprovechando las intervenciones de neurocirugía que precisen los pacientes. Una vez que los implantes electrónicos están instalados, los dispositivos pueden controlar la presión intracraneal y la temperatura del cerebro en tiempo real de una forma precisa.
Y es que, hasta ahora, para llevar a cabo estas mediciones se utilizan aparatos cuya tecnología fue concebida en la década de los 80. «Son grandes, difíciles de manejar y tienen cables que se conectan a los monitores en la unidad de cuidados intensivos. Ofrecen lecturas precisas y son de ayuda, pero no son prácticos», señala Rory KJ Murphy, médico de la Universidad de Washington.
Sin embargo, hasta ahora no había alternativas realmente prácticas para obtener un registro de la presión intracraneal y la temperatura. Los aparatos electrónicos y las aplicaciones biomédicas han avanzado mucho, pero uno de los principales obstáculos es que si se colocan implantes para hacer estas mediciones se produce por lo general una respuesta del sistema inmune del paciente, lo que puede ocasionar problemas.
Los nuevos sensores inalámbricos resuelven esto, dado que no son rechazados por el organismo. Además, no es necesario realizar otra intervención para extraerlos, porque están fabricados en un material soluble que se disuelve en el cuerpo después de un período de tiempo.
Los investigadores han probado la eficacia de los implantes electrónicos solubles en animales, y ahora van a iniciar los ensayos en humanos.
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un implante para controlar las máquinas con el cerebro